Hace ya dos semanas que estoy en esta escuela
(pública), reemplazando a la maestra de 5to grado. Ya había tenido a este grupo
por una semana, a principio del año. Me alegró el recibimiento efusivo que me
dieron los chicos cuando me vieron entrar. Para mí, es el mejor indicador de la
calidad del vínculo que se había logrado construir en tan sólo una semana.
La escuela, muy bella, no
ediliciamente sino en cuanto al clima de trabajo, tanto por parte de los
docentes como del equipo de conducción y auxiliares. Se respira armonía,
compañerismo, optimismo.
El grupo de chicos, buenísimo para
trabajar: dieciséis, con diversidad cultural y cognitiva. Situaciones
complejas: hasta ahora una, pero trabajable desde las pautas claras y la
firmeza amorosa, reforzando fortalezas y trabajando el manejo de las emociones.
Cuando uno logra ver más allá de las conductas visibles, traspasando lo
meramente aparente, y logra darse cuenta de lo que el chico que tiene delante,
con todas sus actitudes conflictivas, está realmente expresando, surge en uno
la empatía y la compasión. Y es desde este lugar que se puede acompañar
amorosamente al alumno, aún a través de límites claros, precisos y
contundentes, en su proceso de aprender tanto contenidos conceptuales como
herramientas para el buen manejo de sus emociones.
Cada vez que entro a trabajar con un
nuevo grupo, le digo a los chicos lo siguiente: “Yo los pienso a ustedes como
los adultos del futuro. No sé quién de ustedes será el futuro Presidente de la
Nación, o algún funcionario público, o el Premio Nobel de Medicina o de Letras,
tampoco el Doctor que salve vidas, o un maestro de escuela, o la futura reina
que se case con algún rey de Europa (como Máxima), etc. Mi responsabilidad es
darles lo mejor que tengo para educarlos, para que sean buenas personas,
responsables y solidarias.”
Hasta ahora, la experiencia con este
grado ha sido muy bella. ¡Veremos cómo sigue! Por lo pronto, me quedaré con
ellos por un tiempo.