lunes, 12 de octubre de 2015

Etiquetas que dejan huellas



Me gustaría, en este espacio, reflexionar acerca del uso del término “superdotado”, el cual ha caído últimamente en desuso por las implicancias y efectos negativos que tiene en los chicos. Las últimas investigaciones en materia de inteligencia, dan cuenta de la co-existencia de trece inteligencias que en todas las personas aparecen desarrolladas en diferentes niveles y que es lo que distingue, tanto intelectual como emocionalmente, a una persona de otra, definiendo así su singularidad. Es así que todos nosotros tenemos potencialmente la capacidad de desarrollar las trece inteligencias; sin embargo, no todos lo hacemos en igual nivel.
Los chicos de las nuevas generaciones nacen con capacidades altamente desarrolladas. Sin embargo, éstas no entran en las categorías habitualmente consideradas “normales” y, por lo tanto, no son detectadas; son subestimadas y, al no ser acompañadas y cubiertas sus necesidades, al poco tiempo se expresan por medio de “síntomas” que rápidamente son etiquetados como “trastornos del aprendizaje y/o del desarrollo” y, luego, se bloquean. Lo que en la década de los ochenta apareció como un “grupo selecto” de mentes brillantes, que en aquel entonces presentaban capacidades para leer y escribir o de hacer cálculos mentales muy precozmente, hoy son la mayoría. Lo que sucede es que ya no se ven como chicos que hacen expresiones gráficas increíbles, que hablan a los 9 meses o que leen y escriben a los 2 años. En la actualidad, muestran otras características. Pero, mientras sigamos poniendo la mirada en las capacidades de sólo dos inteligencias, no vamos a poder ver esta realidad que se nos impone y que nos está exigiendo un cambio del paradigma educativo.
A lo largo de mi recorrida por las aulas (continúo tomando suplencias en la escuela pública para poder vivir lo que el docente y los niños experimentan diariamente y, desde este lugar, intentar construir un saber pedagógico que satisfaga las múltiples necesidades educativas), he visto cantidades de niños “con problemas de aprendizaje o de conducta” que presentaban un altísimo desarrollo de inteligencias tales como la emocional, la corporal-kinestésica o la visual-espacial, aunque no así la lógico-matemática o la lingüística, para las cuales ha sido diseñado nuestro sistema educativo.
Personalmente pienso (y sé que este pensar es también compartido por todos aquellos niños a quienes acompañé y que ahora son adultos, y sus familiares) que, al utilizar el término “superdotado”, se está escindiendo la sociedad, dividiéndola entre los más inteligentes y los menos inteligentes (acorde a ciertas estrategias implementadas hace ya bastante tiempo en algunas escuelas). Se coloca al niño en un lugar del cual después es muy difícil salir. Se está sembrando la semilla de la soberbia y regándola para que crezca ¡alta y fuerte! Y es justamente esta soberbia (y la terrible autoexigencia que desarrollan) la que les trae una enormidad de problemas sociales y afectivos y, a la larga, una profunda sensación de soledad, de “no pertenecer” y de aislamiento. Todos somos talentosos y tenemos el potencial de desarrollar la creatividad. Al haber una visión tan angosta de lo que es la inteligencia humana se está fabricando una noción de elite que se reduce a solo dos o tres de las trece inteligencias que todos tenemos.
Esta noción es compartida y divulgada por Daniel Goleman, autor del best-seller La Inteligencia Emocional, a la vez que por otros investigadores que fundamentan desde la Neurología, la Sociología, la Antropología y la Pedagogía que las capacidades intelectuales no son las más importantes, y más aún que la Inteligencia Emocional es el interruptor de las demás inteligencias (las activa o bloquea).
Toda acción que se lleve a cabo para estimular y acompañar el desarrollo de todas las inteligencias es bienvenida. Pero cuestiono el etiquetamiento pues por sí solo y en sí mismo causa efectos de los que es difícil escapar. No hagamos cosas que contribuyan a seguir dividiendo a los seres humanos, sino que eduquemos para estimular la conciencia de la unidad. Todos tenemos talentos que podemos y debemos desarrollar y compartir para el enriquecimiento de nuestra especie.